Para entender el inmenso amor de Dios, vasta con ver el amor incondicional de una MADRE. Un amor que no conoce barreras; que permanece latente a pesar del cansancio. El amor de una madre se extiende más allá de cualquier amor en este mundo pues, sin meditar en las consecuencias, arriesga todo por sus hijos.
El amor de una madre da todo lo que posee y aún lo que no tiene. Retira el pan de su boca para darlo a sus pequeños (aunque sean ya mayores) al ver que tienen necesidad. El amor de una madre se abstiene de muchos gustos sólo por cubrir las necesidades de sus hijos.
El amor de madre es lo más tierno que existe cuando de hacer sentir bien a un hijo hablamos, pero ese mismo amor es el más feroz cuando a defenderlo de cualquier peligro o daño nos referimos.
¡Ese es el amor de madre... de mi madre!
Hoy dedico este escrito a la mujer que me trajo al mundo; esa mujer de virtudes que con mucho coraje nos sacó hacia adelante. Quien soy se lo debo a esa mujer, mi madre, quien me llevó por el camino del bien sabiendo que si instruye al niño en Su camino, aún cuando fuere viejo no se apartará de Él.
Te amo madre, hoy te lo reafirmo con estas palabras.
¡QUE DIOS TE BENDIGA SIEMPRE!
Por Fidel M.H.
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