Hubo en algún momento dos agricultores, vecinos, que ya estaban preocupados por que no había llovido en mucho tiempo para poder así sembrar. Ambos oraban a Dios para que enviara la lluvia y el Señor les prometió que la lluvia vendría pronto.
Uno de los sembradores salió a preparar el terreno de siembra para la lluvia que vendría y el otro no lo hizo así, sino que día a día seguía orando, en su balcón, para que la lluvia llegara pronto.
¿En quién cree que Dios confió para regar su tierra con lluvia?
¡Exacto! En el primero, el que salió a preparar el terreno para lluvia.
¿Cuántas cosas le has pedido a Dios? ¿Cuántas promesas Dios te ha hecho? ¿Cuántas ya has visto cumplidas?
Es una verdad absoluta que Dios cumplirá todo lo que ha prometido pues Él es un Dios de palabra, en Su tiempo perfecto. Cuando recibimos la promesa de Dios tenemos dos opciones: [1] quedarnos inmóvil en espera que Dios cumpla su promesa o [2] movernos para que cuando Dios obre no nos tome desapercibido.
Si Dios te dio la promesa, dirigido por Su espíritu, muévete, toca puertas, quizá tras una de ellas encuentres la obra de Dios esperando a que llegaras.
Ara el terreno de tu bendición, prepárate para la lluvia.
¡Bendiciones!
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¡Bendiciones!